Cuando los labios cavernados por el desaliento
se abran a impulsos volcánicos;
el gesto de animal doméstico
desafíe al tigre engarzado a la mirada;
el recuerdo de una culpa
ocupe el centro de la indiferencia;
entonces
será posible emboscar las cicatrices
y aromar los maderos desvanecidos.
Hace 15 años
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